Por Mía Paz.
Cuando llegué al mundo mi padre tenía 48 años y mi madre 42, el resto de la familia lo constituía mis dos hermanas que eran las hijas mayores y tras ellas seguía un batallón de hombres. Soy la hija número doce de trece, diez son varones, nueve de los cuales compartieron conmigo la infancia. Como ven, en mi familia había prácticamente un equipo de futbol, así que fui una niña educada en un entorno de hermanos, en medio del cual las bromas pesadas estaban a la orden del día.
Cuando eres el pequeñito de la casa corres dos riesgos; que te consientan mucho o que te hagan bullying. En mi casa, todos teníamos sobrenombres. Recuerdo haberme ganado el de buñuela, la tasa del baño y bruja por sólo citar algunos, pero fueron muchos, algunos tan extraños cuyo significado jamás encontré en el diccionario.
De los hijos nacidos vivos, fui la número doce y, no olvido que mi madre siempre decía: «Fueron trece y una novedad». Se refería a William, un hermano, que había muerto a los pocos meses de nacido, según ella porque alguien le había dado chocolate. Lo que llamaba “novedad”, era otro bebé que había perdido mientras veía una película de cine con otros hermanos.
La creencia de “el chocolate es peligroso” se fijó tanto en mí, que durante mucho tiempo le huía al chocolate en sus diversas presentaciones. Mientras los demás niños morían por una bebida o un dulce de chocolate, yo pensaba y exclamaba ¡no quiero morir!
Mi primer nombre de pila es Blanca y, aunque hoy me parece hermoso por lo que agradezco tenerlo, en realidad lo odié toda mi vida, ya que desde niña mis hermanos me decían «Blanca es la taza del baño», adicional a eso, mi piel es como un copito de nieve, entonces ellos comentaban que yo era tan blanca que parecía casi transparente.
En mi adolescencia un vecino, llamado Emilio, decía que yo le gustaba. Él tenía una sola oreja, así que mis hermanos, que no desaprovechaban ninguna oportunidad, se divertían diciéndome con su risa burlona: «Jajajajaja él es el pocillo y usted la taza». «Un día va a llegar a pedir su mano. Hacen una linda pareja». Además, me apodaban “buñuela por gorda”. El buñuelo es una masa de harina, que representa una deliciosa comida pequeña en mi país, así que decían que yo iba a salir rodando.
Seguramente a ti también te ponían apodos y ¿Cómo te sentías con eso? Para mí era doloroso. Al comienzo me debilitaba mucho por lo que me escondía en un rincón de mi casa, cerca al patio y mientras miraba las estrellas, me preguntaba si yo venía de otro lugar. Me cuestionaba ¿Cuándo vendrá la nave espacial a rescatarme?
Recuerdo que, en aquellos momentos, llegaba alguno de mis hermanos y, al encontrarme hablando sola, me preguntaba: «¿Qué hace bruja?» Yo pensaba que tenía dones y por eso decían que era una niña extraña. También me llamaban «Francisca, por una abuela que no conocí». Otro apodo fue «urruchurta», jamás supe por qué y «terremoto» porque me despertaba con mucha energía y a mi paso iba rompiendo cosas, por ejemplo, cuando me mandaban a lavar la loza se me resbalaban los platos y quebraba la vajilla. De repente sonaba el estruendo y ya sabían lo que había pasado. También me decían «Pinina», claro que ese sobrenombre sí me encantaba, pues era por un personaje de la televisión y un concurso en el cual había participado. Sin embargo, a veces se burlaban tanto de mí, inclusive sus amigos que iban de visita. Un día alguien le dijo a uno de mis hermanos «usted si va a tener hermana para toda la vida porque es bien fea y aburrida. A esa si le tocó estudiar».
En medio de ese ambiente familiar, me encantaba leer y me hacía en un rincón a escribir. Ya que desde entonces soñaba con ser escritora.
Comparto esto porque soy una apasionada del storytelling, el arte de contar historias y la magia que podemos crear a través de ellas. Ahora bien, gracias a esas arrinconadas para evitar el bullying, aprendí a reflexionar sobre la vida, a construir personajes y a transmitir poderosos mensajes a través de mis palabras. Las historias educan, venden, entretienen, inspiran y, por supuesto, enamoran. Tienen el poder de conquistar a la audiencia.
Creo que todos los seres humanos tenemos una chispa divina que nos hace únicos. Sin embargo, no todos logramos comunicarnos y dejar una huella. ¡Imagínate desatando esa genialidad atesorada y compartiéndola con el mundo a través de historias!
A lo largo de mi vida he podido evidenciar que cuando logramos conectarnos con el por qué y el para qué a través de las historias, obtenemos ese efecto waooo que enamora.
Las historias comunican y pueden ser grandes aliadas para lograr resultados transmitiendo tu identidad, a través de la conexión con tu audiencia.
Para contar una buena historia, no es necesario inventar porque estamos rodeados de realidad. Vivimos en un mundo que nos cuenta el cuento. El reto del storyteller es rescatarlas del olvido, hacerlas renacer de manera magistral. Todas esas historias llenas de pequeños detalles y grandes matices del día a día, son las que nos sirven para crear conexión. La vida cotidiana nos regala grandes historias, que son dignas de ser compartidas. ¡Atrévete!
En esta oportunidad te presento cinco claves para contar una gran historia. Tú también puedes compartir la tuya. Así como yo he contado cómo aprendí a sobrevivir al bullying sin morir en el intento, también mostraré cinco detalles que se deben cuidar.
1. Tu audiencia agradece que desarrolles tu propia narrativa, que tenga tu sello personal y entables un diálogo con ella de tal forma que genere vínculo emocional. De nada sirve inventarse una historia si no es real y si carece de aquello que la hace única, generando enganche, ya que, si se evidencia forzada pierde credibilidad.
2. El protagonista es el mensaje. No te equivoques. Todos somos especiales y tenemos una historia por contar. Arriésgate a compartirla, pero eso sí, asegúrate de que el mensaje sea el protagonista. Así te enfocarás en conectar de manera que la historia genere algún efecto en quien la lee, la ve o la escucha. La razón por la cual haces lo que haces, es porque a la gente le importa tus mensajes. Que tu audiencia sea la prioridad para que se sienta parte de ese mensaje y que tu propia narrativa enamore.
3. Escucha a tu audiencia. Tal vez te estás preguntando ¿cómo así que escuche a la audiencia si estamos hablando de escribir? La gente quiere que le hagan escuchar su corazón. Conectar y hacer click emocional con otro se logra cuando llevamos a la audiencia al centro de la historia, donde pueda ser especial, el héroe y darse el valor que tiene.
4. Toda historia tiene un sentido. No se trata de contar por contar. La historia es un imán que atrae de manera magnífica tocando las emociones del lector. Esta es la manera de pasar de un simple relato, a la construcción de una imagen mental que va a llevar aprendizajes inspiradores, de manera apoteósica.
5. Pasión y emoción. ¿Qué tal? ¿Te estás emocionando con la idea de ponerle vestido a tus personajes, trama a tu historia y hacer de ella una leyenda?
Ten en cuenta que cuando escribes una poderosa historia, debes cuidar cinco detalles:
1. Tiempo y espacio: Cuenta tu historia como los grandes. Permite que te vengan grandes pensamientos; ubica tu historia en un tiempo que puedas comunicar a los demás y en un espacio en el cual se desarrolle la trama.
2. Personajes: Define con claridad cuáles son los personajes que intervienen en la historia.
3. Conflicto: Asegúrete de que los personajes tengan algún conflicto por resolver. Es a través de la resolución, de los enredos, en la trama, donde la audiencia genera conexión. (Camino del Héroe).
4. Utiliza los sentidos: Permite que lo visual, auditivo y kinestésico estén presentes.
5. Crea un contexto de drama: El suspenso, los misterios, la revelación de secretos y la sorpresa harán de tu historia una narración única.
Ahora, ¿seguramente te estás preguntando qué pasó con aquella niña de la historia? Sobre esa chiquilla te respondo en tres pasos.
1. Compromiso: De nada sirve que me hubieran dicho buñuelo sino me hubiese comprometido a hacer algo con ello, entonces fui deportista. La verdad no me veía tan gorda, pero fue tal el impacto, que me decidí a trabajar para tener un cuerpo saludable. ¡Soy Compromiso!
2. Inquebrantable: Cansada de escuchar «Blanca, la tasa del baño». Aburrida de que me dijeran que me casaría con el pocillo, elegí crear una vajilla de poder y ser inmune a los comentarios ajenos. ¡Soy Inquebrantable!
3. Conexión: Pasé de los amigos imaginarios a los reales. Hoy he hecho de mi carisma y capacidad de conectar una fortaleza. ¡Soy Conexión!
Mirando hacia atrás puedo entender que mis hermanos nunca tuvieron mala intención. Ellos sencillamente vivían y disfrutaban haciendo bromas. Debo confesar que luego aprendí a hacer lo mismo. Ahora veo sus chistes como un acto de amor que me engrandeció y me permitió desarrollar mis talentos. Hoy me doy cuenta, desde siempre elegí ser Compromiso, ser Inquebrantable y ser Conexión.
En la actualidad, mis hijos también me hacen bullying, como saben esta historia de mi vida me dicen White, por Blanca. ¿Te has dado cuenta de que no es lo que nos pasa, sino lo que hacemos con lo que nos pasa?
Acerca de la Autora:
Mía Paz, es comunicadora social y periodista. Especialista en Economía y en Producción de Televisión. Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, premio de literatura Cuenta la Historia. Escritora del Grupo Planeta. Coach. Speaker Acreditado y Master Trainer de la Cámara Internacional de Conferencistas CIC.
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